Las Emociones son como la Lluvia - Cómo Desarrollar tu Maestría Emocional

Cuando te sientas abrumado por una emoción, podría serte de utilidad recordar que las emociones son como la lluvia.
A veces cae una lluvia ligera, que dura un parpadeo. A través de la ventana, la brisa parece tan fina y delicada que dan ganas de salir a mojarse un poco.
En otras ocasiones llueve con intensidad y por largas horas. Otras veces, parece que todo se descontrola, el cielo se descuelga en un aguacero torrencial, explotan los relámpagos y una que otra vez cae granizo del tamaño de rocas.
Aquí no sucede, por suerte, pero se muy bien que hay ciertas lluvias que derrumban todo a su paso, voltean autos, parten árboles, destrozan casas, desbordan ríos…
Justo así son las emociones.
Algunas son ligeras y sutiles, tan delicadas que apenas las sientes.
Otras son como huracanes, violentas y expansivas. Arrasan con todo lo que se les cruza.
Pero la realidad es que no importa cuan intensas se sientan tus emociones, o incluso cuanto duren, lo mismo que la lluvia, siempre terminan por desaparecer. Llegan y se van, nacen y desaparecen. Son experiencias con un tiempo de caducidad.
¿Y qué hay de particular con las experiencias? Que en su aspecto más básico, una experiencia es un evento que te sucede, en otras palabras, una experiencia no eres tú.
Cuando estás bajo la lluvia, por mas desagradable que sea, por más empapado que estés, nunca piensas que eres la lluvia. Siempre hay una línea fronteriza entre tú y la lluvia. Lo mismo ocurre con las emociones, tú nunca eres tus emociones, sin importar con cuanta frecuencia e intensidad se presenten, son eventos que te ocurren, no son fundamentalmente tú.
En palabras simples:
Tú no eres tu miedo.
Tú no eres tu ira.
Tú no eres tu ansiedad.
Tú no eres tu depresión.
Por más intensas y desagradables que se sientan, eres más que eso. Eres el contenedor de esos sentimientos, pero también de decenas más. Es decir, eres más amplio y profundo que la emoción más difícil y duradera que hayas experimentado.
El peor error que puedes cometer es sobreideintificarte con una emoción, como si un sentimiento fuera una parte definitoria y definitiva de tu personalidad.
Así pronto te encuentras diciendo:
Soy iracundo.
Soy depresivo.
Soy temeroso.
Soy ansioso.
Pero no lo eres: no ‘eres’ esa emoción, en cambio ‘tienes’ esa emoción. O puesto de una manera más precisa: estás experimentado una emoción... exactamente de la misma forma en la que experimentas la lluvia cayendo por tu cuerpo, el viento soplando en tu rostro, o el sol quemándote la espalda.
Así, la siguiente vez que experimentes una emoción abrumadora (sea agradable o desagradable), podrías comenzar a cambiar tu monólogo interior por uno más acorde a lo que realmente te está sucediendo…
Podrías intentar decir:
Estoy teniendo una experiencia de ira.
Estoy experimentando depresión.
Estoy sintiendo temor, y eventualmente pasará.
Estoy atravesando un episodio de ansiedad, que en unos minutos se habrá ido.
Interpretar las emociones como experiencias temporales, en lugar de cómo aspectos inamovibles de tu carácter, o incluso de tu ser, crea automáticamente una separación entre tú y las emociones que experimentas. En otras palabras, te conviertes en un observador de los sentimientos que surgen en tu horizonte afectivo.
A menudo pensamos que las personas emocionalmente sanas son aquellas que sienten emociones agradables con mas frecuencia, o quienes son más hábiles para esquivar los sentimientos densos y difíciles. Pero en realidad, la maestría emocional es acerca de tener la apertura de experimentar cualquier emoción que se nos presente sin juzgarla, sin calificarla, y sin tratar de cambiarla o retenerla.
Así que, cuando las personas preguntan: ¿cómo puedo ser más feliz? Una respuesta razonable es: expande tu concepto de felicidad. La felicidad no es acerca de experimentar emociones y situaciones placenteras en una secuencia interminable. La felicidad es mejor entendida como plenitud, que como placer. Y la plenitud incluye todos los aspectos de algo, no solo lo que preferimos: no solo lo bueno, no solo lo agradable, no solo lo positivo y entretenido.
Amplía tu concepto de felicidad. Advierte que la felicidad como placer no es otra cosa que el subproducto del sistema económico en el que vivimos, que nos apura a consumir y tener experiencias agradables como antídoto para la tristeza, la soledad y la insatisfacción.
¿Perdiste a alguien que amas? Toma un viaje para dejarlo atrás.
¿Sientes que tu vida no tiene propósito? Esfuérzate por comprar un auto nuevo para que tu sensación de valor subjetivo aumente.
¿Tienes un día malo? Ve por un trago o piérdete en Netflix.
¿Te sientes estancado? Compra todos los cursos que puedas, para que la sensación de aprender la confundas con progreso real.
Distracciones baratas para sentimientos profundos.
La felicidad es acerca de estar en paz con tu realidad, y tu realidad, tan duro cono suene, incluye aspectos tenebrosos como la muerte, las perdidas, las traiciones, la enfermedad, y los sentimientos difíciles que surgen al estar expuesto a esas experiencias. Experiencias, por otro lado, de las que nadie puede escapar, ni la más rica, ni la más pobre de las personas.
Así, una de las mejores cosas que puedes hacer, si alguna vez aspiras a decir: “estoy feliz con mi vida” es aprender a navegar las emociones y experiencias difíciles.
¿Y cómo haces eso? Con práctica… y con un sistema.
Empieza por darle el nombre adecuado a la emoción que estás experimentando:
¿Es soledad?
¿Es pena?
¿Es desesperación?
¿Es traición?
¿Es resentimiento?
¿Es alegría?
¿Es satisfacción?
¿Es amor?
¿Es esperanza?
¿Es tranquilidad?
Darle un nombre lo más exacto posible al sentimiento que está presente en tu horizonte afectivo, significa que estás observando tu emoción, significa que estás prestándole atención a los detalles y expresiones de ese sentimiento, en lugar de estar dejándote arrastrar por él.
Después, aguarda a que la lluvia pase. Incluso las peores tormentas tienen un final. Ciudades enteras se han reconstruido y prosperado después de un huracán, lo mismo podría ocurrirte si aprendes a observar la emoción que te embarga en lugar de convertirte en ella, o asumirla como un comandante que dicta tus acciones.
¿Y cómo esperas a que la lluvia pase? Estos pasos pueden ayudarte a practicar:
‣ Primero, reconoce que hay una emoción en ti, cualquiera que sea.
‣ después, permite que esa emoción esté presente, sin juzgarla o calificarla como buena o mala.
‣ Por último, observa que sensaciones físicas te produce ese sentimiento, de que pensamientos viene acompañado y que comportamientos te incita a hacer. Una emoción no es solo lo que sientes, se trata de un agregado de 3 dimensiones que se influyen mutuamente: Sensaciones corporales, Pensamientos y Comportamiento.
En detalle:
Cada experiencia emocional se puede dividir en tres partes: lo que pensamos, lo que hacemos y cómo nos sentimos físicamente.
1. Cognitivo (lo que pienso): Estos son los pensamientos que a menudo se desencadenan o se relacionan con estados emocionales. Por ejemplo, alguien que siente tristeza puede tener pensamientos acerca de que una situación es desesperada o inadecuada ("Siempre lo estropeo todo"). Alguien que siente orgullo puede tener pensamientos de ser capaz o de poder conquistar algo difícil ( "¡Sé que puedo hacerlo!").
2. Comportamiento (lo que hago): Son acciones que hacemos o que tenemos la urgencia de hacer como respuesta a un estado emocional. A menudo, respondemos ante un sentimiento sin pensar en ello (ej. gritar cuando te enojas o reírte cuando algo te apena).
3. Fisiológico (Cómo me siento): estas son las respuestas fisiológicas asociadas a los estados emocionales, o la forma en que su cuerpo responde físicamente a las emociones. Por ejemplo, el miedo a menudo va acompañado de un corazón acelerado. La ansiedad puede ir acompañada de una respiración agitada.
Aprender a identificar esos 3 factores es de enorme utilidad para comenzar a desenredar los entresijos de tus experiencias emocionales. Te ayudará a encontrar los patrones, orígenes y disparadores de tus sentimientos más densos. Con el tiempo tus emociones pueden comenzar a sentirse menos abrumadoras.
Conclusión
¿Es fácil aprender a observar tus emociones? Por supuesto que no, toma tiempo y práctica, pero es posible. Y en mi opinión, es una habilidad, que todos deberíamos practicar y dominar tanto como sea posible… ¿la razón? La mayoría de las veces, tú no puedes elegir que emoción vas a experimentar cuando la vida te muestre su peor faceta. Tampoco puedes elegir cuanto va a durar esa emoción o con cuanta intensidad se presentará. La mayoría de las veces, la única carta que tienes para jugar es como reaccionas cuando te descubres enredado en un sentimiento.
Dicho de otra forma: no puedes evitar que del cielo se descuelgue un aguacero torrencial, solo puedes elegir que haces mientras esperas a que la tormenta amaine.
RECURSOS EXTRAS
Si te interesa comenzar a desarrollar la habilidad de observar tus emociones, te dejo un audio llamado Consciencia Plena de las Emociones. Es el mismo ejercicio empleado en un programa llamado Protocolo Unificado para el Tratamiento Transdiagnóstico de los Desordenes Emocionales de la Universidad de Boston. Aunque está destinado a tratar a pacientes con depresión y trastornos de la ansiedad, es un ejercicio ligero y muy util para cualquier persona que desee comenzar a desarrollar su maestría emocional.
Escúchalo en Spotify:
Escúchalo en Youtube: