¿Necesitamos encolerizarnos ante las Injusticias para Ser "Buenos" Ciudadanos?

Hoy te quiero presentar a un amigo imaginario. Se llama Juan.
Juan tiene un problema: en los últimos días se ha sentido perdido, abrumado y confundido con todas las noticias que ha leído. Literalmente, es como si hubiera abierto la llave del agua y no supiera como cerrarla y poco a poco todo se estuviera inundando todo a su alrededor.
Apenas es Junio -piensa- ¿qué más va a pasar? -tal como Juan ve las cosas, el mundo está fuera de control:
Una pandemia que ha sumado un millón de infectados en una sola semana, mientras la gente ignora las restricciones como si nada pasara... ¿qué les pasa? reflexiona Juan.
Al día siguiente lee que hay personas circulando el rumor de que en octubre habrá una segunda ola del virus... -¿cómo pueden saberlo? ¿ni siquiera ha terminado esta y ya anuncian un nuevo brote? -Se cuestiona, Juan. Él sabe que no hay manera de comprobar esos rumores, pero es un humano y confundido como está, no puede evitar sugestionarse.
Días después, EEUU entra en caos, lee por todos lados que un afroamericano llamado George Floyd fue asesinado brutalmente por Policías y gente de todos lados, en ese país y en muchos otros, incluyendo México, se están manifestando de la manera que pueden.
Juan se cuestiona: ¿debería él, también, alzar la voz? ¿debería enfurecerse? ¿es un hipócrita desinteresado si no lo hace? -Él realmente quiere ayudar, pero no sabe como.

Algunas horas después, Juan siente que se destapó otra nueva coladera: por todos lados en América Latina se hablan de casos de brutalidad policiaca, de racismo e injusticias de toda clase. México no es la excepción.
Algunas de esas publicaciones tildan de hipócritas a quienes manifiestan su repudio por lo que sucede en EEUU, pero no se inmutan ante lo que sucede en sus países.
Juan está aun más confundido: ¿qué le pasa al mundo? apenas estamos a mitad de año ¿qué nos espera en los siguientes 6 meses? ¿por qué parece que hay tanto odio y confusión en el mundo justo en este momento?
Con cada día que pasa, la confusión de Juan aumenta, hay tanta información viniendo de todos lados, noticias a menudo contradictorias, negativas, cargadas de odio y furia, así que un día simplemente colapsa. Ya no sabe que hacer. Siente la cabeza pesada y el cuerpo saturado.

Juan decide hacer una pausa con la esperanza de entender que está sucediendo. Entonces, Juan descubre lo que le está sucediendo: se da cuenta de que en su afán de estar informado de todo lo que pasa en el mundo, se olvidó de si mismo.
Juan advierte que haberse dejado arrastrar por la inercia de la sobre información a la que está expuesto lo hizo descuidarse a si mismo, a su cuerpo, mente y emociones y sobre todo, lo hizo olvidar una verdad muy sencilla que a todos nos han enseñado en algún momento de nuestra vida:
Que lo mejor que podemos hacer por el mundo es trabajar en nosotros mismos, en nuestro interior y en como nos relacionamos con el mundo que nos rodea. Que llenarse de miedo, rabia e indignación no ayuda al mundo (aunque la sociedad a veces nos exija esa reacción).
Así que Juan optó por hacer algo distinto ese mismo día: decidió relajarse y observar como se siente, decidió observar la confusión que había en su mente para disminuirla y regresarle un poco de la armonía que había estado perdiendo a lo largo de las semanas.

Juan NO decidió retirarse del mundo y volverse un ermitaño, decidió seguir manifestándose por lo que cree, pero decidió hacerlo sin la rabia que uno se siente obligado a adoptar en momentos como estos.
Y sobre todo, tomó la importante decisión de continuar trabajando en él mismo, sin importar lo que suceda ahí afuera, pues tal como Juan tuvo a bien recordar: la mejor manera de arreglar el mundo, si alguna vez ha existido alguna, es arreglándose a uno mismo.