Propósito de Vida

Hace unos años un amigo me invitó a tomar un café para ponernos al día. Desde hacía varios meses, me explicó, estaba atravesando una crisis emocional y existencial. Se sentía infeliz y sumamente estresado con su trabajo. Tanto que unos días antes, había tenido una parálisis facial que le dejó la parte derecha del rostro afectada.
Había alcanzado su punto más alto de tolerancia y estaba decidido hacer los cambios pertinentes: planeaba dejar su trabajo, un buen empleo, en una buena empresa, y comenzar un emprendimiento que desde hacía varios meses le rondaba la cabeza. Se sentía perdido, así que estaba determinado a encontrar su propósito de vida y avocarse a ello por el resto de sus años.
En retrospectiva, me parece, él me citó porque esperaba unas palabras de apoyo. Yo por aquel tiempo también me encontraba obsesionado con hacer despegar mi propio emprendimiento, y lo mismo que hoy, estaba absolutamente negado a trabajar en una empresa, y en un trabajo rutinario.
Y a pesar de eso, le dije que lo que planeaba hacer me parecía una terrible idea.
Le dije algo como: “Es maravilloso que quieras abandonar un trabajo que detestas tanto, pero no lo hagas porque quieres encontrar tu propósito o porque piensas que ya lo encontraste.”
Supongo que lo decepcioné.
Pero eso es justo lo que pienso acerca de todo este manoseado tema del propósito de vida. Parece que vivimos en una época en la que estamos obsesionados con la idea de encontrar nuestro propósito. Y la razón de que sea así, en parte se debe a que hemos construido una serie de mitos alrededor del propósito de vida y los beneficios que obtendremos al encontrarlo.
Estos son solo algunos de mis favoritos.
Encontrar tu propósito de vida...
- 👩🏻🎨 Hará que tengas una vida gratificante
- 🧑🏻💼 Te mantendrá motivado: si lo encuentras, se dice, te levantarás felizmente cada mañana y entregarás tu 100%
- 💆🏻♀️ Disminuirá tu estrés y preocupaciones, porque harás algo que verdaderamente ames
- 💸 Y si haces algo que amas, lo harás bien, y si lo haces bien, tendrás mejores recompensas, es decir, más dinero
Y mi favorito de todos los tiempos:
El propósito de vida, se nos explica, es el eslabón que nos falta para que nuestra vida cobre sentido de una vez por todas. Sólo hay un pequeño detalle en todo este enjambre de promesas y recompensas: asumiendo que, de hecho, hay un único propósito esperando a ser descubierto, nadie nos explica como diablos hacer para encontrarlo, ni siquiera nos dicen como comenzar la búsqueda, o como saber si ya lo hemos encontrado.
Y la realidad es que si nadie nos tiende una mano, si nadie nos da una pista que nos indique por donde emprender la búsqueda, la mayoría de nosotros vamos por ahí dando tumbos penosamente, gravitando entre la motivación y la decepción, dejándonos guiar por estímulos vagos a los que llamamos intuición.
Y eso es justo lo que le pasó a mi amigo, que abandonó su trabajo para dedicarse a impulsar un proyecto para el que creyó sentirse llamado, solo para darse cuenta un año después que, por desgracia, no se trataba de su verdadera vocación, entonces lo abandonó y se entusiasmó con un nueva idea, y luego otra, y luego otra.
Y ese es precisamente mi punto: no sugiero que el propósito de vida no exista, sugiero que nacimos con sesgos instalados en nuestro cerebro que nos impiden identificarlo con claridad. Y la razón de que sea así es que los seres humanos tendemos a tomar decisiones dejándonos llevar por nuestros impulsos y emociones, en lugar de conducir exploraciones personales más profundas para saber quienes somos y que queremos de la vida.
Si algo nos hace sentir incómodos, estresados o nos produce aflicción, es muy probable que pensemos que tomamos el camino equivocado. Si por el contrario, algo nos emociona o nos produce emociones que nos resulten agradables, previsiblemente, elegiremos creer que estamos en el camino correcto.
Pero como yo procuro recordarle a mi hijo:
“Que algo te haga sentir bien, no quiere decir que sea bueno, que algo te haga sentir mal, no quiere decir que sea malo”.
Algo que, por supuesto, no impidió que hace unos días, en unas pocas horas se acabara un paquete gigante de chocolates, y terminara con dolor de estómago. Aprender toma tiempo.
Así es la vida: cualquier cosa que nos haga sentir bien al principio, tiene el potencial de hacernos sentir mal tiempo después (y a la inversa). Esto aplica para los chocolates, y por supuesto, para el propósito de vida. El autor Mark Manson expresa esto de manera simple y contundente:
Todo apesta en algún momento.
Dejarnos llevar por la idea de que hemos encontrado nuestro propósito de vida porque estamos emocionados, es un error. Lo mismo que pensar que no estamos en el camino correcto porque algo nos resulta incómodo.

Hace unos días leí la historia de Karl Heinrich Ulrichs, un ciudadano común y corriente de la Alemania de 1830, con una característica incómoda para sus tiempos: era gay. Karl descubrió que se sentía atraído por los hombres desde muy temprana edad, pero fue hasta ya entrado en sus treintas cuando decidió contárselo a sus padres. Y si por si este despliegue de valentía no fuera suficiente, poco tiempo después comenzó a escribir públicamente acerca de la necesidad de la libertad sexual. Como era previsible, esta decisión le trajo numerosos contratiempos: se metió en problemas con la ley, sus libros fueron confiscados y prohibidos en Berlin y en Prusia, y más adelante, a causa de complicaciones de salud, se vio obligado a moverse a Italia, donde continuó publicando hasta la etapa final de su vida, tiempo en el que escribió:
“Hasta el día de mi muerte, miraré hacia atrás con el orgullo de haber encontrado el coraje para enfrentarme cara a cara en la batalla contra el espectro que desde tiempos inmemoriales ha estado inyectando veneno en mí y en los hombres de mi naturaleza. Muchos han sido llevados al suicidio porque toda su felicidad en la vida fue mancillada. Estoy orgulloso de haber encontrado el coraje para asestar el golpe inicial a la hidra del desprecio público”.
Su legado hoy es incalculable. Se han referido a él como la primera persona en "salir del closet" públicamente. Hay calles con su nombre en toda Alemania y la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgénero e Intersexuales ahora tiene un premio que lleva su nombre.
Ahora imagina si por un momento Karl Ulrichs se hubiera dejado llevar por la incomodidad del momento, imagina si hubiera decidido que aquello no era “lo suyo” porque no le emocionaba el cariz que estaban tomando las cosas. Imagina si Heinrich hubiera creído que dedicar su vida a un propósito era sencillo, y debía ir acompañado de toda clase de recompensas, bienestar, fama o dinero.
Así que, regresando al punto, si por alguna razón estás a punto de emprender una cruzada para encontrar tu propósito de vida (asumiendo en primera instancia qué hay uno solo), hazme un favor y no te dejes guiar por tus impulsos, no tomes a tus emociones como medida de certeza, y abandona de una vez por todas los mitos que nuestra cultura agresivamente transaccional ha construido en torno a lo que significa encontrar tu propósito.
Hay otra lección que podemos extraer de la historia de Ulrichs:
Para Ulrichs, era dolorosamente difícil y humillante no tener la libertad para expresarse tal como su naturaleza le demandaba, por lo tanto lo que tenía que hacer estaba bastante claro: tenía que alzar la voz, para evitar seguir oculto en las sombras. Su adversidad se convirtió en su causa. Y en ella encontró la fortaleza que necesitaba para sortear cualquier obstáculo, justo como Nietzsche escribió:
“Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo”
De modo que, un buen lugar para comenzar a explorar tus alternativas, tus posibilidades de propósito, es pensar en todo lo que te duele, en todo lo que te duele del mundo y aun más importante: en lo que te duele de TÚ mundo.
Porque esto es cierto: no todos tenemos, como Ulrich, dolores de una naturaleza tan pública y global, incluso generacional, la mayoría tenemos conflictos menos urgentes, mas cotidianos y locales. Y eso es maravilloso:
La única razón por la que creemos que nuestro propósito es un proyecto grandioso, o está atado a la creación de una empresa o a un mejor trabajo, es porque vivimos en una sociedad transaccional que premia con más reconocimiento social a quienes logran el éxito económico y profesional.
Pero vivir una vida con propósito o encontrar un propósito, no necesariamente está sujeto al reconocimiento social y al éxito financiero:
- Tú propósito puede ser liberarte de la depresión o el trauma
- Tu propósito puede ser romper los ciclos familiares y hacer un mejor trabajo con la que estás construyendo
- Tu propósito puede ser “crecer” espiritualmente
- Puede ser volver a caminar después de un accidente
- Puede ser confiar de nuevo tras una ruptura desastrosa
- O superar una adicción
- O vivir frente a la playa y llevar una vida sencilla
Y aun más, ¿quién dijo que solo podemos tener un propósito de vida? puedes tener una serie de propósitos que van dibujándose a medida que tu vida avanza: podrías tener un propósito a los 20 y otro a los 50, o podrías no tener ninguno hoy, y 3 simultáneos dos meses después. O, también es posible, podrías ser de los pocos “afortunados” que tienen un propósito cuya emergencia resulta tan avasalladora que eclipsa todo lo demás -como Ulrichs-, y terminas por dedicarle tu vida entera. Pero no sabes si eso ocurrirá, cuando menos hoy no lo sabes, y no vale la pena añadir otra capa de tensión a tu existencia por esta incertidumbre.
Y mientras ese momento llega -o no-, en lugar de obsesionarte con la aparición de un propósito “único y verdadero”, que ponga tu vida en orden, podrías quitar el pie del acelerador y procurar vivir una vida con propósito, es decir hacer las cosas por algo más grande que hacerse rico o mejorar tu estatus. De modo que cada nuevo paso que des, cada cambio y proyecto que emprendas esté conectado con algo más grande, más profundo y más significativo que la cantidad de ceros de tu cuenta bancaria.
Es valiente y necesario elegir propósitos que te hagan un mejor ser humano, mas auto consciente y compasivo; propósitos que mejoren tus dinámicas familiares, de modo que tus hijos y los hijos de tus hijos se beneficien de ello; es formidable que uno de tus propósitos sea abandonar la carrera de ratas en la que vivimos, simplemente porque te has dado cuenta que la aspereza del sistema económico es súmamente dañina para el espíritu humano. Como dije, es valiente y necesario.

A final de cuentas, uno, me parece, no encuentra súbitamente algo a lo que quiera dedicarle su vida, sino que lo construye, lo elige, lo decide, cada día, a cada instante, exactamente igual que con las relaciones verdaderamente importantes, no son ocurrencias mágicas, son decisiones que tomamos de manera permanente, a diario.